Los jóvenes de hoy en día necesitan aprender contenido exigente en las disciplinas académicas esenciales. Igualmente importante, deben aprender a usar dicho contenido en clase para descubrir su significado y aplicaciones más profundas en sus vidas diarias. El aprendizaje profundo es diferente del aprendizaje convencional. La distinción clave es la diferencia entre saber (p.e., aprender datos y dominar materias) y comprender (p.e., interiorizar el conocimiento para aplicarlo en situaciones nuevas e inesperadas).

Un estudiante puede averiguar cómo resolver un problema matemático. ¿Pero entiende él o ella la lógica del proceso que le llevó a resolverlo? ¿Y cómo esos conceptos y principios se pueden aplicar a muchos otros problemas, conectar con otras disciplinas y orientar tanto su comprensión del mundo, como su curiosidad por cómo funcionan las cosas?

El rigor y la profundidad de aprendizaje se alcanzan cuando los maestros integran nuevos métodos y herramientas de aprendizaje en sus planes de estudio de manera cuidadosa y consciente. Incluso aquellos estudiantes que tienen dificultades con el material propio de su grado necesitan tener acceso a contenidos exigentes, relevantes y adecuados para su edad, que amplíen sus horizontes y abran nuevas perspectivas sobre su historia y su cultura.

La capacidad para transferir conocimientos al mundo real es de vital importancia hoy en día. Como dejan claro Grant Wiggins y Jay McTighe en Understanding by Design, la transferencia efectiva de conocimientos supone “la capacidad individual de agarrar lo que sabemos y usarlo de manera creativa, flexible y con soltura ante distintas situaciones o problemas”. Las escuelas necesitan asegurar experiencias que desarrollen la práctica reflexiva e independiente de la transferencia de conocimientos a contextos de la vida real, y además hacerlo para que sea relevante para las experiencias, culturas y comunidades propias de cada estudiante.